31 de enero de 2018

Una coalición por Europa.

 No sé qué dirán los militantes socialdemócratas alemanes en el referéndum convocado, para ratificar o no, el acuerdo que alcancen los negociadores de los dos grandes partidos alemanes después de que el congreso del SPD diera luz verde a esas negociaciones. Muchos creen que será electoralmente nefasto para los socialistas, como lo fueron las anteriores coaliciones. Esos mismos y muchos más creen que no es coherente decir una cosa en campaña —incluso después de conocer los resultados— y hacer lo contrario unos pocos meses después.

Hay, desde luego, consistentes argumentos contra los acuerdos con la derecha que desdibujan los perfiles propios de la izquierda y fomentan así las corrientes populistas que se nutren del rechazo a los partidos tradicionales o alimentan otras izquierdas alternativas.

Hay una base empírica en contra de las coaliciones cuando eres la segunda fuerza. En general, las coaliciones las rentabiliza el partido que encabeza la institución y no son electoralmente rentables para quien las soporta. Pero es un argumento de ida y vuelta. En Alemania fue muy fácil atribuir a la coalición anterior los malos resultados, pero nadie podrá demostrar que hubieran sido mejores si no la hubiera habido. Dicho de otra manera, ¿quién garantiza que haciendo oposición mejorarán los resultados del SPD?
Tiene más fuerza la crítica a la incoherencia de decir una cosa y hacer la contraria, pero aquí se olvida una circunstancia atenuante. El partido socialista se apartó de las negociaciones al día siguiente de las elecciones. Durante casi dos meses se intentó la 'coalición Jamaica', formada por conservadores, liberales y verdes, y antes de Navidad renunciaron al gobierno por la imposibilidad de llegar a un acuerdo. Si los socialistas hubieran renunciado a negociar, unas nuevas elecciones eran obligadas y la responsabilidad de esa nueva convocatoria sería atribuible principalmente al SPD por negarse incluso a dialogar.
Llegados a este punto, Martin Schulz se ha visto obligado a explorar las ventajas de una nueva coalición, ante los riesgos de una incierta convocatoria en la que el fracaso de los más importantes —y por tanto los más responsables— partidos podría ser seriamente castigada en las urnas. Esta es la opción que los militantes socialistas alemanes deberán considerar porque decir NO es muy fácil, pero gestionar una derrota electoral mayor es mucho más grave y peligroso para el futuro del partido.
Martin Schulz ha colocado dos grandes pactos ideológicos en el acuerdo: el pilar social y Europa, y ha hecho un cálculo táctico muy sutil, pero evidente: la canciller está en declive y afronta su último mandato. La coalición puede proyectarle a él a una próxima victoria como excepción a la regla antes citada. Como lo fue también la victoria de Willy Brandt en su primer mandado, después de una gran coalición.
El acuerdo social es importante, aunque no hay cifras demasiado concretas. Parece claro el compromiso de lograr en la legislatura la igualdad real de retribución entre hombres y mujeres y una mejora de las condiciones laborales (salarios sobre todo) en años de crecimiento. Se buscan compromisos financieros para dedicar el superávit a mejorar la educación y la sanidad públicas, más apoyo a las familias y un paquete de medidas contra la pobreza infantil y mejoras en las pensiones básicas.
El pilar europeo coincide con el extraordinario impulso europeísta de Macron, fortalece el eje franco-alemán e impulsa las grandes reformas europeas después de la policrisis 2009-2016: fortalecimiento del euro y de la gobernanza económica europea; negociación del acuerdo UE-UK; defensa y seguridad europea; impuesto a las transacciones financieras, armonización fiscal y lucha contra el fraude; pilar social e inmigración, y reforzamiento democrático de la Unión. Todo ello para un periodo que resultará clave en las elecciones europeas de 2019 (el 26 de mayo probablemente). Martin Schulz estará pensando en liderar ese pacto europeo y esos avances en un periodo que se supone de bonanza económica.
Si prospera, la gran coalición alemana será una coalición para Europa. El signo de su política será EUROPA en contradicción con lo que pretendían los liberales alemanes, abiertamente contrarios a la solidaridad interior de Europa.
Ese futuro europeo es vital para los países y para los ciudadanos de la Unión. Solo podremos defender nuestro modelo social y de libertades en un mundo en cambio si hacemos fuerte a Europa en todos los planos en los que se dilucida el siglo XXI: desde lo tecnológico a lo monetario, desde la defensa y la seguridad interior a la política comercial e internacional; desde la autonomía energética al liderazgo medioambiental.
No hay futuro sin Europa. Solo tenemos una ciudad entre las 20 más grandes del mundo, y en 2019 ya no será Europa. Solo tenemos un país entre los 20 más grandes del mundo. Nuestra demografía es horrible y pronto solo seremos el 5% de la población del mundo. Las compañías tecnológicas que definen el futuro y monopolizan la información están en California y el centro de gravedad productivo y comercial se desplaza hacia Asia. Puede parecer exagerado, pero más nos conviene serlo ante esos riesgos que ser ingenuos o nostálgicos. La coalición alemana quizá no sea buena para los socialdemócratas, pero será, seguro, buena para Alemania y para Europa. Pero, en fin, los militantes socialistas lo decidirán.
El Confidencial, 31/01/2018