16 de diciembre de 2014

Una Cumbre llena de retos.


                                          Jose Javier Fernandez,  Jefe de Unidad de América Latina en el PE y
                                Lionel Búcaro co presidente latinoamericano de la Asamblea EuroLat 



                                          Lionel Búcaro y Teresa Jiménez Becerril .


La celebración de la XXIV Cumbre Iberoamericana de Veracruz permite lecturas contradictorias pero nos convoca a grandes retos.

Si medimos el éxito de la Cumbre por la asistencia de Jefes de Estado y de Gobierno, el resultado es mediocre. A las ausencias de las presidentas de Argentina y Brasil, se unieron las intencionadas ausencias de los representantes de Bolivia, Cuba y Nicaragua, dando a entender de unas y otros, un desinterés o una clara animadversión a este órgano de integración entre las naciones latinoamericanas y España y Portugal.

Es verdad que una Cumbre así no puede evaluarse sólo por esto, pero tampoco podemos olvidar el carácter simbólico y representativo de estas cumbres (más que de contenidos materiales), lo que realza el significado de dichas ausencias.

Las resoluciones adoptadas son bastante retóricas y las sesiones formales resultan aburridas y con contenidos heterogéneas por la sucesión de discursos de Jefes de Estado y Gobierno de cada país, pronunciados con miras a las opiniones nacionales, y por la reiteración de opiniones sobre un mismo tema.

La Cumbre, sin embargo, permite avances en temas importantes:

- Los encuentros bilaterales y el network que acompañan a estos días son provechosos y abren expectativas, enriqueciendo el conocimiento mutuo.

- Los foros sectoriales (comunicación, empresarios, jóvenes, etc.) se celebran con aportaciones de interés y facilitan la relación entre la comunidad social iberoamericana.

- La presentación de estudios socioeconómicos, elaborados por las grandes organizaciones y think-tanks (CEPAL, CAF, BID, etc.) aporta reflexiones y debates del máximo interés a los grandes problemas de gobernanza económica y política de América Latina.

- Por último, la concentración de la Cumbre en algunos temas estructurales para todos los países (en esta ocasión Educación, Innovación y Cultura) permite enfocar diagnósticos y soluciones a temas de capital importancia en el futuro en la gobernanza de nuestros países en la globalización.

En resumen, unas cumbres cuya sola celebración es ya un éxito en el difícil reto de la integración latinoamericana. Un papel para España y el nuevo Rey claves en su política exterior y en su prestigio personal. Un conjunto de tareas a realizar en los próximos años, antes de Bogotá 2016. Y un montón de retos para que este camino no decaiga.

14 de diciembre de 2014

Informe Semanal: América, América.

La ciudad mexicana de Veracruz, ha acogido la XXIV Cumbre Iberoamericana, creada en 1991 y que a partir de ahora se celebrará cada dos años.


Via RTVE

4 de diciembre de 2014

La mirada europea hacia América Latina: cambiemos el enfoque.


La Unión Europea mira poco hacia América Latina, y con demasiada frecuencia lo hace equivocando el enfoque.
Mira poco, en parte porque las urgencias del momento -ya se trate de Ucrania o de Palestina- desvían su atención hacia otras latitudes, y en parte porque los intereses de algunos Estados miembros con especial peso en la Unión Europea están más en el Este que en el nuevo continente. Entiéndaseme bien: no es que debamos dejar de afrontar los retos que se nos plantean en cada coyuntura, ni que como países tengamos que renunciar a defender nuestros intereses. Es más bien que esas dos tareas deben ser compatibles con el desarrollo de una visión de futuro amplia, reflexiva y proactiva, sobre el papel de la Unión Europea en el mundo. Dicho de otro modo, se trata de que los árboles no nos impidan ver el bosque; tanto el cortoplacismo como la excesiva focalización en las áreas de influencia tradicionales de determinados Estados revelan una carencia de pensamiento estratégico, y se compaginan mal con la tan cacareada voluntad de convertir a la Unión en un auténtico actor global. 


Si queremos ir más allá de la retórica y convertir esa voluntad en hechos, no podemos volver la espalda a una región del mundo cuyo peso no hace más que aumentar. Una región con seiscientos millones de habitantes, clara mayoría de regímenes democráticos consolidados o en vías de consolidación, clases medias crecientes y mercados cada vez más pujantes y competitivos, muchos de los cuales sortearon la crisis de 2008 bastante mejor que Europa. Una región donde la desigualdad y la pobreza son todavía desafíos pendientes, pero cuyos avances en materia de desarrollo no pueden negarse. La tasa de pobreza en el conjunto de la región ha pasado del 43,9% en 2002 al 29,4% en 2011, y buena parte de sus Estados han pasado de recibir masivamente fondos de la cooperación europea a ser considerados por el Banco Mundial como países de renta media o media-alta, habiéndose convertido algunos de ellos en donantes netos de ayuda al desarrollo. Por poner un ejemplo, Brasil ha reducido la pobreza extrema del 17% en 1990 al 5% en 2012, y durante las presidencias de Lula da Silva y Dilma Rousseff más de 40 millones de personas se han integrado en la clase media. Al mismo tiempo, ese país se ha convertido en la séptima economía más grande del mundo y la tercera economía emergente por tamaño, tras China e India. Un actor global por derecho propio. 


No nos engañemos: si ignoramos semejante potencial económico, cultural, político y social y renunciamos a desempeñar un papel importante en esos países, el espacio no quedará vacante mucho tiempo. De hecho, ya no lo está. La geopolítica acusa cierto horror al vacío, de modo que las áreas descuidadas por unos atraen rápidamente el interés de otros. En América Latina, donde otrora Europa -sus empresas, su influencia política, su ejemplo de democracia, bienestar e integración regional- gozaban de un prestigio considerable, ahora ganan peso actores como China o Rusia. Sería ilusorio pensar que su presencia allí va a limitarse al intercambio económico, dejando intactas otras esferas; quien pone el dinero suele poner también sus valores y su visión del mundo. En ese panorama, si Europa no mira a América Latina, América Latina no tardará en mirar hacia otro sitio. 


Decía al principio que además de mirar poco a esa región del mundo, a menudo los europeos utilizamos un enfoque inadecuado, que combina paternalismo y prejuicios ideológicos. En la vieja Europa no es difícil encontrar "recetarios estándar" llenos de supuestas soluciones contra los más diversos males -desde la corrupción a la violencia, la desigualdad o la debilidad institucional- que se pretenden aplicables a toda América Latina, de Tijuana a Tierra de Fuego. Si queremos contribuir a resolver los muchos problemas que persisten en la región debemos hacer un esfuerzo por comprender los matices y diferencias entre sus distintos países, dejando a un lado apriorismos y trasnochados complejos de superioridad. Entre esos apriorismos destaca especialmente el de tipo ideológico. Puestos a valorar las iniciativas de un determinado país latinoamericano, cada cual juzga en función de sus afinidades partidistas. La derecha europea critica sistemáticamente a los gobiernos latinoamericanos de izquierdas, y la izquierda lo hace con los de derechas. Estas posiciones de partida denotan poca consideración hacia gobiernos que gozan de la legitimidad que otorgan las urnas y hacia la ciudadanía que les ha elegido. Al adoptarlas, damos a entender a nuestros interlocutores que cuando hablamos con ellos no lo hacemos de igual a igual. 


Y sin embargo, en la evolución reciente de América Latina hay muchos aspectos de los que Europa debería tomar buena nota. A lo largo de la última década, la región ha vivido un auge de gobiernos progresistas muy diferentes entre sí, algunos de los cuales presentan éxitos indudables: han impulsado la transformación de su modelo productivo y emprendido reformas en materia de fiscalidad y redistribución de la riqueza, con el fin de aumentar la competitividad al tiempo que reducen la desigualdad. Los casos de Chile, Uruguay, Bolivia, Colombia, Perú o Ecuador son muy expresivos en este sentido. Pero no se trata sólo de la economía, sino también del desempeño democrático. Por ejemplo, en el índice de corrupción percibida de Transparencia Internacional, Chile y Uruguay puntúan mejor que muchos países europeos, entre ellos España, Italia, Austria y Francia. ¿Merecen o no nuestra atención estos resultados? 


En los próximos días viajaré a México para participar en la Cumbre Iberoamericana de Veracruz. Acudo como co-presidente de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana, un organismo del que participa el Parlamento Europeo, cuyo fin es precisamente promover el diálogo entre representantes de ambos continentes. Nada me gustaría más que poder decir en esa ocasión a mis colegas latinoamericanos que Europa va a cambiar a mejor su mirada hacia América Latina. Desde la responsabilidad institucional que ahora ocupo, mi compromiso es impulsar ese cambio de enfoque.

Entrevista para Nación Digital 4 Diciembre 2014





El ex ministro español de la Presidencia durante el segundo gobierno de Zapatero y actual eurodiputado Ramón Jáuregui presentó el viernes en la sede del PSC su último libro, El país que seremos. Un nuevo pacto para la España posible" (Turpial), en el que describe cómo ve España y esboza propuestas para hacer, "como hace 35 años, algo muy grande, a la altura de los retos que nos plantean, un algo que nos haga sentir orgullosos ".
En esta entrevista con Nación Digital , reclama en Cataluña que se implique en esta nueva regeneración de España. "La España ilusionante que debemos volver a hacer entre todos".


- En el libro, habla específicamente de la crisis del 1898, como casualmente también hablaba hace unos días el jefe del Estado Mayor del Ejército . El diagnóstico de una situación de desánimo generalizado es realmente compartido?


- No veo ningún paralelismo entre mis reflexiones y las de la cabeza del ejército. Mis referencias son a que España está mal, y que aquí hay una crisis económica muy importante, territorial muy grave ..., y por supuesto, también política. Y eso es lo que tenemos que asumir. Para mí, este es el problema de España actualmente. 

- La gran diferencia entre el 98 y la actualidad es que, ahora, la parte central del catalanismo ya no se propone reformar España.

- No tengo una idea exacta de lo que pasó 98 como historiador. Lo que sí veo similar es que sumió el conjunto del país en una especie de depresión colectiva. En España hay mucho sentimiento de decepción. Habiendo hecho un recorrido extraordinario en los últimos 30-35 años, de golpe se han roto las paredes del edificio en el que convivimos. Esto está sumiendo al país en una especie de depresión colectiva. Por ello, creo que la política está llamada a hacer cosas grandes, tomar iniciativas importantes. En la pasividad no encontraremos soluciones. El libro, en esencia, describe estas crisis y trata de proponer una serie de reformas y de pactos e iniciativas políticas que pueden acabar incluyendo una reforma constitucional importante.

- Pero ante esta misma realidad de crisis, Barcelona y Madrid proponen salidas muy diferentes 

- Es que Cataluña no se si está mirando España, en eso tiene mucha razón. Es decir, la vía que la burguesía catalana y los movimientos sociales han tomado a favor de la independencia los excluye de un proceso reformista para España. Pero muchos creemos que necesitamos Cataluña en este proceso reformista, por lo que muchos seguimos considerando imprescindible recuperar este marco de relación y seguir contando con Cataluña en la España posible.

- De hecho, Sociedad Civil Catalana cree que hace falta un relato ilusionante de España.

- Está bastante bien dicho. Aunque también es verdad que Cataluña, por la decepción estatutaria y por digamos relato independentista que se ha ido haciendo, ha dejado de mirar España. Pero creo que la España ilusionante debemos volver a hacerla entre todos. Creo que España, como Estado, como país, sigue representando una opción políticamente más interesante para los catalanes, sea cual sea su punto de vista. La España de Rajoy, o del PP, puede resultar poco atractiva, pero España no es eso, es mucho más! Y lo que España tiene por delante son un conjunto de reformas importantes, un conjunto de pactos muy serios, muy transversales, en muy planos de la vida, y se deben hacer con Cataluña. No veo otra manera de construir la España que quiero.

- Dice que la España del PP puede ser poco atractiva. Ahora puede serlo porque Rajoy gobierna, pero cuando no lo hacía, actuó como "minoría de bloqueo" con el Estatuto. Como se sale de este callejón sin salida? 

- Para empezar, y más allá de que Rajoy puso muchos palos en las ruedas, no creo que los gobiernos de Zapatero hayan sido bien tratados en Cataluña. Creo sinceramente que la apuesta que los gobiernos de Zapatero hicieron para entenderse con los tripartitos catalanes, para reformar el Estatuto, para invertir el 20% de su PIB todos los años, para llevar el AVE, para hacer un puerto nuevo, para hacer un aeropuerto fantástico que ya es mejor que el de Madrid ... todo esto no ha sido nunca valorado. Esta es mi impresión.En cambio, ha habido un relato victimista y utilitarista de la Cataluña incomprendida que en gran parte no ha respondido a la realidad. Pero, en todo caso, el Estatuto y la sentencia fueron el mascarón de proa de este relato. Pero todo esto es pasado. Todo esto ya pasó.

 - Y qué viene ahora?

- Llegan tiempos nuevos, aquí se tendrán que hacer cosas nuevas, indefectiblemente. Y reformular la democracia española, reformando sus instituciones, cambiando la ley electoral, estableciendo nuevos mecanismos de poder ciudadano, reformando la manera de participar en las instituciones ..., todo este gran reto democrático que tiene España, también lo tiene Cataluña. España tendrá que hacer pactos en el sistema educativo, productivo, laboral, fiscal ... Porque los tiempos no nos dejarán quedarnos quietos, por ser un país de primera. Y no digamos en el tema territorial, en el que se deberá encontrar un nuevo pacto con Cataluña. Pero Cataluña también debe participar en su propio proceso de reforma

- Pero como interpela España a los 1,9 millones de catalanes que han votado a favor de la independencia?

- España debe interpelar a los cuatro millones de catalanes que no quieren la independencia y necesitan un proyecto renovado de Cataluña como tal, y de Cataluña en España. El problema, para nosotros, no son los cientos de miles de independentistas que hay, para mí lo que está claro después del 9 de noviembre es que hay más de cuatro millones de catalanes que reclaman que alguien les haga una oferta de futuro. Y con el "no", no es suficiente. Decir "no" a la independencia no es un proyecto. El proyecto es construir una propuesta de Cataluña con su singularidad, con su fuerza identitaria, con sus simbolismos, con sus competencias, en la España que queremos reformar.
Y aquí es donde tenemos que llegar. Y si algo falta en este momento es convencer a la mayoría de catalanes que hay un proyecto reformista en España que permite una nueva ubicación de la singularidad catalana en este Estado. Eso, para mí, es el tema central.

- La gran mayoría de fuerzas catalanas han salido del pacto constitucional, como Podemos, reclamando retocar una serie de cosas que se piensa que no se hicieron bien durante la Transición. Por ejemplo, la extradición a Argentina de altos cargos franquistas. El PSOE puede liderar este cambio manteniéndose dentro del pacto?

- Durante la Transición hicimos un acuerdo que no es el candado de nada. No nos ha impedido nada, más allá de que todos los procesos de transición democrática tras 40 años de dictadura son imperfectas. Lo que me parece un error mayúsculo es pensar que durante estos 35 años España ha sido prisionera de aquellos pactos o candados.No es verdad! 

- Exacto, pero llega un momento en que se hace una reflexión ... 

-... y yo ahora pregunto: es que alguien cree posible que en la España de 2015 se pueda hacer una nueva Constitución, refundar todos los pactos de la vida democrática, destruyendo los que teníamos? Yo más bien creo que el proceso que España reclama es un de reformas profundas, pero sin derrumbarse las paredes maestras de nuestros acuerdos. No será posible un pacto sobre las pretensiones de cada parte. Le recuerdo a Podemos que una Constitución es, en gran parte, un conjunto de renuncias, para construir algo en que quepamos todos. Ahora, la pretensión de que la memoria histórica quizás no la cubrimos lo suficiente, o con bastante justicia, puede ser un argumento, pero no nos puede llevar a renegar de todo lo que hemos hecho, a poner patas arriba la seguridad jurídica del pasado.

- Por lo tanto, ¿qué propone?

 - En esencia, lo que quiero decir es que reformas profundas, sí. Derrumbó el modelo de convivencia democrática que hemos hecho, no. Aplicado al tema territorial, propongo una evolución federal del modelo autonómico y renovar un pacto con Cataluña. Ya sé que el federalismo por sí mismo no satisface las expectativas en Cataluña, por eso añado este plus.

- Que es la idea que ya expuso durante las europeas.

 - Sí. 

- Y Pedro Sánchez lo asume?

 - Entiendo que sí. Lo está diciendo. Mis dos ideas centrales son: España debe incorporar la singularidad de Cataluña, debe aceptar que Cataluña sea y esté al Estado sobre las bases de una renovación del pacto, y creo que Cataluña tiene que decidir, pero tras pactar. La decisión es sobre el pacto, no sobre el deseo. Aquí radica mi radical oposición al llamado derecho a decidir sobre deseos. Los deseos no son más que deseos. Lo que importa decidir son formulaciones políticas, consecuencias concretas. Quiero que los catalanes decidan, pero sabiendo qué pasará con su seguridad social, con sus carreteras, con su moneda, con sus bancos ..., no expresando simplemente un deseo. Esto me parece fraudulento.

- En Escocia bien que decidieron.

- No me gusta lo que decidieron allí, no me parece el procedimiento correcto. Tenían dieciocho meses para pactar tras las condiciones de la independencia, y ahora están negociando sobre unas nuevas propuestas. Y me pregunto: no será lógico volver a preguntar a los escoceses después? Yo diría que sí, cuando se sepan las condiciones.Por eso, si aquí hubiera habido un referéndum legal con un 45% a favor de la independencia, no se debería haber vuelto a preguntar a los catalanes una vez conocidas las consecuencias de este deseo? No se les debería haber vuelto a preguntar después si quieren realmente esto? A mí me parece que es lo más lógico. Por eso digo que pactamos y después decidimos. Incluso pactamos lo que sea, pero yo creo que hay que pactar lo que razonablemente se puede desprender de la mayoría social catalana que reclama un nuevo estatus. 

- La semana pasada, el think tank francés IRIS, cercano al PS, reclamaba un referéndum para Cataluña. Esta situación, sumada a varias demandas similares de la prensa internacional, no ponen contra las cuerdas tanto la postura de Rajoy como su? 

- Bueno, en primer lugar, no se si mi postura tiene mucho que ver con la de Rajoy. Debemos aceptar que en el debate europeo está bastante extendida la idea de que las consultas son un derecho. Pero esto no modifica mi opinión: yo soy partidario de que las consultas se celebren como consecuencia de acuerdos ciertos y claros. En todo caso, no me parece nada leal la pregunta que sólo plantea la independencia o la actual situación. También se debería preguntar a los catalanes si no desearían una reforma del modelo actual y del modelo constitucional. Y me inclino a pensar que si esta pregunta se formulara adecuadamente, una mayoría de catalanes estarían a favor.

 - Pero eso ya fue el Estatuto. 

- Ya, pero la vida no termina aquí. Cuando hablo de reforma constitucional, quiero decir que no puede volver a ocurrir que una Constitución impida un pacto autonómico. Esto no tiene por qué explicar que los catalanes se hayan " echad el monte "de la independencia sin saber dónde van. Que me parece que es lo que está pasando. Porque yo les diré que pienso: me parece que están en un proceso de gestión imposible. Y tiendo a pensar que muchos de los dirigentes de Esquerra, y no digo los del ANC porque no los conozco, piensan lo mismo, que la gestión de este proceso no será posible. Creo que hay que ser más honrado con la ciudadanía.

1 de diciembre de 2014

Dignidad trascendente

Las crónicas ya han contado que el Parlamento Europeo acogió al Papa Francisco con afecto y le escuchó con atención y agrado. Ha habido polémica con esta visita. Algunos diputados protestaron y criticaron la invitación al Jefe de la Iglesia Católica a la sede de la soberanía popular europea.

Yo no creo en Dios, pero quise oír al Papa. No soy católico pero me interesa lo que ocurre en la Iglesia y me atrae el discurso de este Papa.

Deploro la teocracia y los regímenes políticos sometidos a leyes religiosas o influidas por jerarquías eclesiásticas, pero eso, nada tiene que ver con una visita institucional a nuestro Parlamento.

Reivindico la laicidad y sus conquistas: la separación del Poder político de la Iglesia, el matrimonio civil, la enseñanza laica y las universidades públicas, los cementerios civiles y tantas otras cosas. Pero la laicidad no es antirreligiosa ni negadora del hecho religioso. La verdadera laicidad es incluyente y tolerante de la fe.

Nunca admitiré que los códigos morales y las leyes reguladoras de los derechos y deberes personales sean fijados por exigencias o demandas religiosas. La soberanía popular como única y exclusiva fuente legitimadora de la Ley, no es negociable. Pero admito el derecho de la Iglesia y de sus creyentes para intervenir en el debate público y exponer sus códigos morales en materias sensibles a sus principios.

Soy socialista y por ello, las dos palabras que mejor identifican mis convicciones políticas y mis aspiraciones humanas, son solidaridad e igualdad. Pero los socialistas no tenemos el monopolio de su aplicación. De hecho, reconozco que muchos militantes de la solidaridad lo son por sus creencias religiosas. Dicho de otro modo, llevo muchos años viendo a múltiples organizaciones y voluntarios que dan mucho de su vida o su vida incluso, para atender a los desfavorecidos y para combatir la pobreza y la marginación. Bien podríamos llamarlos socialistas sin carnet o socialistas por su fe.

Todas estas razones me parecen obvias para explicar mi conformidad con la visita del Papa al Parlamento de Estrasburgo este martes 25 de noviembre de 2014, respondiendo a una invitación que le hizo el Presidente Schulz. No es necesario aludir a que ya recibimos hace 26 años a Juan Pablo II o a que también hemos recibido al Dalai Lama o a que es también un Jefe de un Estado. A mí me basta para escucharle ser un anfitrión educado, un demócrata tolerante y un laicista incluyente.

Además me interesa este Papa. Me parece que está dando a la Iglesia Católica un giro de modernidad y de transparencia, de austeridad y de sensibilidad social, tan necesario como profundo. Modernidad para adaptar a la Iglesia a un mundo transformado y a una sociedad diferente de la del siglo XIX o XX, respecto a la mujer, a la familia, el sexo, a la homosexualidad, etc. Transparencia en las finanzas de la Iglesia en el Vaticano y en el combate a la corrupción y a la pederastia. Austeridad en el ejemplo de su vida, desde su alojamiento en Roma en un convento, a sus vestidos. Desde sus discursos a sus viajes. Y por fin, el giro social. Por fin, una Iglesia de los humildes. Un Evangelio para el pueblo, comprometido con los que sufren, reivindicativo de la dignidad humana antes incluso que de la caridad cristiana.

Su discurso de ayer (escribo precipitadamente en la tarde del martes 25) no defraudó estas expectativas. Dos palabras resumieron una intervención rica en contenidos, llena de mensajes y muy europeísta: Dignidad Transcendente. ¿Qué quiso decir el Papa con esa expresión? El centro de su discurso fue la reivindicación de la dignidad humana como el corazón de todo proyecto político. Y lo más interesante, la concreción de esa dignidad son los Derechos Humanos. Frente a tanta vulneración en el universo de esa dignidad (por el hambre, por la esclavitud laboral, por la explotación de seres humanos,..) el Papa eleva la bandera universal de un código de derechos, fundado en creencias y valores que a su vez, fundaron Europa.

Y por qué "transcendente". Porque esos derechos, esa dignidad de las personas hay que insertarla en la sociedad, en la vida común, en el bien público, en la red de derechos y deberes de los otros.

Fue un discurso desde Europa y para Europa. Apelando a la Europa de la Paz y del diálogo pero reivindicando una Europa creativa y emprendedora, capaz de mirar al mundo, en palabras de Francisco, "como en la pintura de Rafael, con Platón mirando al cielo y Aristóteles tendiendo la mano a la tierra".

Publicado en "Vida Nueva"