17 de noviembre de 2014

"Los desafíos de las relaciones entre Europa y América Latina” Conferencia EUDE



El pasado 14 de Noviembre, EUDE Business School ha tenido el placer de recibir la visita de D. Ramón Jáuregui, actual Presidente de la Delegación en la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana y ex ministro del Gobierno Socialista Español, para ofrecer una conferencia magistral acerca de las ventajas y desafíos que plantean las relaciones entre Europa y América Latina.

Para contextualizar las relaciones actuales que mantienen ambos continentes, Jáuregui se centró en algunas paradojas que creyó conveniente señalar acaecidas en el viejo continente. Las guerras mundiales en las que Europa había resultado tan desfavorecida, así comola capacidad de hacer una “ingeniería política” capaz de aunar 28 países y la creación de una Unión Bancaria, son hechos relevantes que merecen ser mencionados para ponernos en contexto. Pero, “a pesar de esos cincuenta años de trabajo, en solo cinco hemos estado a punto de tirarlo por la borda. El Euro ha estado a punto de caer”. Una crisis económica con la correspondiente tardía reacción por parte de los gobiernos europeos, la emergencia de los nacionalismos y un creciente pensamiento hacia la independencia de Europa por parte de algunos países pertenecientes, ha hecho que la Comunidad Europea ya no sea la que era por una falta de competitividad. Así, en palabras del europarlamentario, “Europa ha dejado de ser el centro del mundo. Somos muy viejos”. Y añadía, “Europa no tiene un capital humano como el que antes tenía. No investigamos tanto como debiéramos”.

Una realidad que, según la visión de Jáuregui, se debe a que Europa no ha sabido avistar las nuevas oportunidades que se iban a plantear y que otros, como China, han sabido contemplar a tiempo. Así, afirmaba, que “los europeos olvidamos que aproximadamente 100 millones de personas no producían y hoy lo hacen”. Esos mismos que hoy están llevando sus negocios hacia América Latina.

Analizando las relaciones entre Europa y la comunidad Latinoamericana, Jáuregui lamenta que “la mirada europea hacia América Latina es de superioridad moral”. Además, comentaba que “nuestra relación con América Latina es mejorable. Solo miran a esta Comunidad España y Portugal y es esto es gravísimo”. El actual europarlamentario comentaba una necesidad firme en que “tenemos que entendernos mejor entre América Latina y Europa… No para llevarse la explotación de cobre como hacen otros, sino para hacer un mundo mejor”.

Centrándose en las relaciones mantenidas hasta ahora, sostiene que el intercambio comercial entre Europa y Chile se ha incrementado en un 125%. Asimismo, países como Colombia, Perú o México se formulan como regiones que van a aumentar más sus relaciones con el viejo continente y que proyectos como Alianza del Pacífico han nacido con mucha fuerza. En lo que respecta a Mercosur, en cambio, Jáuregui considera que “necesita que exista una política articulada por parte de los países latinoamericanos. No hay voluntad clara por parte de los países latinoamericanos”.


 via EUDE

14 de noviembre de 2014

Crisis política y democrática.

Con más o menos profundidad, con manifestaciones políticas y sociales diferentes en cada uno de los países europeos, una crisis profunda está atacando nuestras democracias y nuestros sistemas políticos. Las manifestaciones más expresivas de esta crisis no son revolucionarias, es decir, no presagian una alteración profunda del statu quo, como en el 68 francés, ni cuestionan las bases del sistema productivo (economía de mercado). No hay un movimiento social anticapitalista o antiglobalización como argamasa de las protestas, aunque esas banderas hayan estado presentes en las protestas del comienzo de siglo o en las protestas de Grecia y España (15-M). No hay una explosión social con alteraciones graves del orden ciudadano. Curiosamente y a pesar del enorme sufrimiento que la crisis económica está produciendo en casi toda la población, la reacción social es contenida y podría hasta parecer resignada.

Pero nos equivocamos si creemos que tal reacción es apatía o resulta inocua para nuestras democracias. La crisis política surge precisamente de ese descontento personal y pasivo que está creciendo en toda Europa y que se centraliza, casi en exclusiva, en el sistema político vigente.

En primer lugar, y como primer síntoma de la crisis política, crece la abstención, como uno de los más alarmantes signos de protesta. En algunos países, la participación electoral no llega al 50%. En las recientes europeas, por ejemplo, la participación no llegó al 43% y ello pese a que esa media está elevada por la obligatoriedad del voto en algunos países (por ejemplo en Bélgica, con el 89,6% de participación). En los países del este de Europea la participación no pasó del 30% y en algunos casos particulares como Eslovaquia la abstención alcanzó el 87%. En este aspecto, la crisis política adquiere particular relieve en la juventud: el 73% de los europeos entre 18-24 años, no acudió a votar en mayo pasado.

¿Cuáles son las razones principales de la abstención? Para el 23% la falta de confianza, para el 19% la falta de interés y para el 15% el sentimiento de que su voto no tendrá consecuencias. Todas ellas pueden sumarse a un genérico concepto de crítica al sistema y reforzar así una peligrosísima falta de conexión entre los líderes y los partidos con la ciudadanía, lo cual destruye las bases legitimadoras de nuestro sistema representativo.


La segunda gran expresión de la crisis que vivimos es consecuencia directa de lo anterior. En muchos países de Europa se están alterando los modelos clásicos de representación política. En casi todos los países se está reduciendo la fuerza electoral de los partidos tradicionales y están apareciendo nuevas fuerzas, casi siempre en los extremos del arco político natural. La extrema derecha es gobierno en Hungría y está presente en todo el norte de Europa. Marine Le Pen es primera fuerza en Francia. Incluso aparece en Alemania disfrazada de antieuropeísmo y en Holanda con signos de antiinmigración. El UKIP antieuropeo de Nigel Farage ya ganó en mayo en el Reino Unido y su fuerza de cara al referéndum de 2017 no disminuirá. Por el otro extremo, Syriza aspira a gobernar en Grecia, y en España Podemos sueña con la idea de que puede ganar, incluso al PP, este próximo año.

Con características diferentes, los movimientos populistas resultan sumamente eficaces en momentos de tanto enfado como confusión. Le Pen, por ejemplo, arrasa con su «Francia para los franceses»; su propuesta para abandonar el euro y el principio de ‘preferencia nacional’, una especie de nuevo arancel a las importaciones para favorecer los productos franceses. Salvando las distancias y sin ánimo de ofensa, Podemos en España o Syriza en Grecia esperan recoger el triunfo de la mano del inmenso cabreo de la ciudadanía con la crisis y con la corrupción, aunque sus soluciones brillen por su ausencia.

La tercera consecuencia de la crisis política es la encrucijada de la izquierda socialdemócrata. Cuando todo el mundo creía que la manifiesta responsabilidad neoliberal en la implosión financiera de 2007/2008 condenaría a la derecha política para muchos años, resulta ser la izquierda socialdemócrata la que no levanta cabeza ante las contradicciones que tiene que asumir para gestionar con los mercados globales las deudas públicas y privadas de sus países, la competencia desleal y el dumping social que nos trae la globalización productiva y las limitaciones que nos impone la gestión monetaria de un Euro germanizado.

No es casual, en consecuencia, que de todo este conglomerado de críticas, decepciones, descontentos, etc., surjan líderes alternativos, movimientos sociales del tipo Barrez-vous! («¡largaos!»), soluciones populistas, opciones electorales para castigar ‘a los de siempre’, o magmas de partidos de muy difícil gestión gubernamental. No es extraño por ejemplo que los jóvenes franceses se inclinen por votar al Frente Nacional para romper con el pasado. Es malo que se equivoquen, pero es peor que tengan razones para hacerlo.

No habrá soluciones fáciles ni rápidas a este estado de cosas. El riesgo más grave surgirá si no sacamos a Europa de la recesión y de la crisis económica, del paro masivo y de la pobreza. Si Europa no sale pronto de esta crisis, los riesgos de la desarticulación y del extremismo políticos se empezarán a parecer demasiado a los de los años treinta del siglo pasado. Junto a las soluciones económicas, los grandes partidos debemos encabezar reformas profundas en el interior de nuestras organizaciones y en las relaciones con la ciudadanía: trasparencia, comunicación personal, consultas y participación, honestidad y ejemplaridad, etc. Lo que urge es recomponer el contrato social de política y ciudadanía. Lo que nos corresponde a quienes creemos en la política, en la democracia y en la izquierda, es devolver a esos ciudadanos críticos la confianza, la utilidad y el interés en nuestras organizaciones, en nuestros líderes y en nuestras soluciones.

Publicado en El Correo, 14/11/2014

Responsabilidad Social Corporativa: ¿Una experiencia frustrada?

Han pasado diez años largos desde que se iniciara en España el debate y la promoción de la Responsabilidad Social de las empresas (RSE). Diez años en los que se han producido multitud de iniciativas, publicaciones, guías, acuerdos, jornadas, prácticas empresariales y un extenso desarrollo mediático, político y social sobre esta renovación conceptual de la empresa, que la relaciona con sus grupos de interés y con sus impactos sociales, laborales y medioambientales. Es hora de hacer balance y de hacerlo abiertamente, abordando la cuestión nuclear: ¿Está sirviendo la RSE para transformar la cultura interna de la empresa, integrando en su gestión una visión amplia de sus impactos y de sus responsabilidades para con la sociedad? ¿O por el contrario y en el fondo, todo está siendo un gigantesco engaño para hacer marketing social y buscar simplemente mejorar la reputación corporativa?

Fui uno de los primeros impulsores de este movimiento en España a principios de la década pasada. Lo hice creyendo que la RSE era una excelente oportunidad de hacer mejores empresas y de aprovechar sus enormes influencias en beneficio de la sociedad. Lo hice convencido de que los nuevos tiempos y la nueva ciudadanía reclamaban empresas con valores sociales y compromisos colectivos como base imprescindible de competitividad y ciudadanía corporativa. Lo hice porque me parecía evidente que las empresas, cada vez más, construyen hábitats de vida, "hacen sociedad", y su influencia en el desarrollo social y en la calidad de nuestra vida crece en la globalización y en la debilidad de los Estados y de los sindicatos. Creía en todo esto, y por eso he trabajado por una RSE integral y honesta, aunque voluntaria y progresiva.

Hoy debo decir que estoy bastante decepcionado. La confusión conceptual entre RSE y acción social es general y, desgraciadamente, no para de crecer; la difusión social de la idea sigue siendo muy baja en la población, y sigue habiendo una formación insuficiente y una baja concienciación en los dirigentes de las empresas. Muchas buenas prácticas de RSE conviven en la misma empresa con vulneraciones flagrantes de legislación laboral o social. Se están haciendo rutinarias las actividades de RSE, hasta el punto de subcontratar la elaboración de las memorias. La implantación de esta cultura empresarial no ha pasado la barrera de las grandes compañías (y no de todas) a la mediana y pequeña empresa. No hay RSE en las Administraciones Públicas, y el discurso político favorable a la empresa sostenible brilla por su ausencia.

La crisis económica ha desnudado a la RSE. En cuanto las exigencias contables se han extremado, se ha visto que la RSE practicada por la mayoría de las compañías se había hecho con una motivación exclusivamente economicista. La voluntariedad ha permitido a las empresas la eliminación de estos esfuerzos en tiempos difíciles. Por otra parte, la falta de conciencia crítica colectiva y la debilidad de las organizaciones cívicas, consumidores, ONG's, etc., y la ausencia de "valores responsables" en las demandas de la sociedad hacia las empresas, están generando un triple efecto que lastra el desarrollo de la RSE:

a) No hay censura pública a los comportamientos irresponsables, y las consecuencias de determinados impactos empresariales no son temibles en términos comerciales.

b) Por el contrario, los esfuerzos de las empresas en políticas de RSE no siempre son premiados, y surge así la duda en las direcciones de las compañías sobre la rentabilidad económica de inversiones costosas, a cambio de intangibles dudosos.

c) La capacidad de análisis y evaluación de las memorias por parte de la sociedad ha ido disminuyendo progresivamente y las entidades sociales (sindicatos, ONG's, etc.) que las hacían están perdiendo interés en ello.

Por último, la crisis está destruyendo el proceso de legitimación social de las empresas. No hay RSE si la sociedad no admite a la empresa como la base sobre la que construir ese nuevo marco de exigencias recíprocas. Desgraciadamente, la crisis está poniendo al descubierto un reparto tan injusto de sus costes y unas imágenes tan antagónicas de sus responsables frente a sus víctimas, que hacen imposible construir reputación corporativa positiva sobre esas bases.

No olvidemos que estamos hablando de "responsabilidad de las empresas", en un país en el que, por ejemplo, son los ciudadanos los que pagan con sus impuestos las deudas generadas por los bancos. Hablar de RSE de los bancos a un preferentista defraudado es como citar la soga en la casa del ahorcado. No olvidemos que a los blindajes exorbitados, a los abanicos salariales disparatados y a las tarjetas black, les han acompañado congelaciones salariales y bajadas generalizadas de los sueldos. Que a la amnistía fiscal y a los "favores fiscales" del Ministerio de Hacienda a las grandes empresas para pagar sólo un 3 o un 5% del impuesto de sociedades, el Gobierno ha acompañado una Reforma Laboral para facilitar y abaratar los despidos. Todo ello con un trasfondo de aumento de la desigualdad e indignación creciente por la corrupción. ¿Es factible en ese contexto hablar de RSE?

Yo no dejaré de hacerlo, a pesar de todo. No despreciaré que gracias a la RSE se han favorecido causas de justicia social pendientes en nuestra agenda: la integración de la discapacidad en el trabajo, el tratamiento de la diversidad étnica y la igualdad de género en el interior de las empresas, los compromisos medioambientales, la transparencia informativa y el perfeccionamiento de los reportes integrados en los informes anuales de la compañía, el respeto de los Derechos Humanos en la cadena de suministro en algunos países... Ha habido avances que no debemos rechazar.

No obstante, hay que revisar los caminos. La voluntariedad debe revisarse en tres niveles importantes:

a) En la información/reporte, haciéndola obligatoria para las empresas de cierto nivel, con arreglo a un estándar universal.

b) En el cumplimiento, por parte de las empresas globalizadas, de un código universal de Derechos Humanos con protección y ejecución judicial en su caso, en todos los países en los que operen (Principios Ruggie).

c) En la formalización ante la OIT de acuerdos sectoriales transnacionales de las compañías globales con más impacto sociolaboral (textil, extractoras de mineral, etc.) sobre condiciones de trabajo de su cadena de suministro en países con bajo desarrollo social.

Serán necesarios mayores y mejores impulsos a la RSE desde las políticas públicas. La promoción pública y privada de la Inversión Socialmente Responsable por ejemplo, será en este campo, un poderoso estímulo a la expansión de la cultura sostenible de las empresas. La defensa de una economía al servicio de la sociedad, de una economía del bien común, acrecienta la cultura de la responsabilidad de las empresas y exige a éstas "leer" el contexto en el que desarrollan su actividad y comprometerse en sus diálogos con la comunidad en la que operan.

Es también el momento de preguntarse si los riesgos siguen preocupando, o mejor, si preocupan lo suficiente. A la vista de lo que viene ocurriendo y de lo que ha destapado la crisis -sobre los comportamientos empresariales o de sus directivos, sobre las evidentes irresponsabilidades en el núcleo mismo del negocio de la actividad financiera y bancaria-, debemos preguntarnos si hay suficiente sanción reputacional a esos fallos y a esos escándalos. Pues bien, ha llegado la hora de reclamar desde la RSE una mayor penalización individual y empresarial a la irresponsabilidad. En este sentido, unificar los observatorios críticos internacionales y dotarles de la garantía y credibilidad será un buen impulso a la RSE.

Queda mucho por hacer en esta larga marcha, sólo recién iniciada, de la RSE. Pero no me cabe duda de que de esta crisis no saldremos con empresas insostenibles, sino con más RSE, con más sostenibilidad en la actividad económica y empresarial. Pero de la de verdad, es decir, aquella que se concibe y se practica con la voluntad de producir un impacto positivo sobre la sociedad, y no sólo como una operación de marketing empresarial más o menos lograda.

Ramón Jáuregui Atondo. Diputado y copresidente de la Asamblea Parlamentaria Euro Latinoamericana

Publicado en  El País, 14/11/2014

13 de noviembre de 2014

Blind date (EBU) en el Parlamento Europeo.


Con motivo del 30 aniversario de la Unión Europea de Ciegos, se han celebrado durante los días 11 y 12 de noviembre unos eventos donde los parlamentarios europeos han podido experimentar, de primera mano, las barreras de acceso a la información a las que habitualmente se enfrentan las personas ciegas o con discapacidad visual.

Se ha contado con la instalación de un stand que la Unión Europea de Ciegos (EBU) ubicó en la ‘zona de distribución’ del Parlamento Europeo, para que los Europarlamentarios, muchos de ellos nuevos, pudieran conocer de cerca todos los temas que afectan a las personas con discapacidad visual en Europa.

Según datos manejados por la Unión Europea de Ciegos, 30 millones de europeos no pueden acceder a los productos de uso diario, servicios e información (incluyendo páginas web y aplicaciones). La tecnología puede hacer casi todo accesible pero no está siendo construida ni aplicada en el diseño de productos y servicios.

Por ello, la EBU recuerda que las personas ciegas pagan más por los teléfonos inteligentes con tecnología de texto a voz; un 90% de los sitios web no están diseñados para ser utilizados con conversión de texto a voz de software de lectura de pantalla; y se diseñan guías de TV de programación electrónica en pantalla que no hablan.

La Unión Europea de Ciegos es una plataforma de acción colectiva con una amplia red de organizaciones que agrupa a una gran cantidad de conocimientos relacionados con la discapacidad visual y sus implicaciones en la vida diaria de millones de personas con pérdida de visión. Es la voz de las personas ciegas y deficientes visuales en Europa.


Fuentes de información: ONCE Y EBU