10 de febrero de 2003

Una pregunta y dos ruegos

Joseba Pagazaurtundua ya no puede preguntar. Ni pedir responsabilidades, ni exigir que no manipulen su nombre, ni su vida, ni su muerte. No puede hacerlo porque lo asesinaron el sábado. Por expreso deseo de su hermana Maite y porque me sale del alma, quiero hacer en su memoria y homenaje una pregunta y dos ruegos.

Joseba era un tipo duro. En la UGT y en el partido socialista era de esos compañeros discretos que nunca peleaban por los cargos pero siempre estaban en primera fila. Nunca ocultó su militancia y siempre se enfrentó a los de siempre, es decir, a los terroristas y a su entorno. Le conocían y le odiaban. Lo perseguían y le buscaban. Lo sabía todo el mundo, porque esas cosas se saben. La Policía, la primera, porque sucesivos comandos detenidos lo confesaron.

Maite, colaboradora extraordinaria de aquellos gobiernos de coalición (con Fernando Buesa entonces) y compañera de la dirección socialista conmigo, nos trasladó su preocupación por Joseba. Trasladé a Juan Mari Atutxa la situación. Creo que también lo hizo Fernando Buesa. Fernando tampoco puede contarlo, porque también le asesinaron. La Ertzaintza encontró una solución y Joseba fue integrado en su plantilla de Laguardia, en el otro extremo del país. Allí vivió Joseba hasta 1999. Fue feliz en su trabajo y en esa localidad riojana, en la que quiso vivir para siempre. Pero en 1999, durante la tregua de Lizarra, la consejería de Interior dijo que aquella situación era irregular y que Joseba debía volver a Andoain. Protestamos. Maite y yo mismo insistimos en el peligro de esa decisión. No hubo manera. Ayer lo mataron. Ahora preguntamos: ¿Quién es el responsable de esta consejería que tomó esa decisión? Queremos saberlo y que rinda culpas.

Escuché ayer una peregrina interpretación de su asesinato. En Radio Euskadi decían que era un atentado contra el 'plan Ibarretxe'. Una dirigente nacionalista dijo que era un atentado contra el pueblo vasco. Pero no dijeron que Joseba estaba en contra del 'plan Ibarretxe' y que también le mataron por eso. No dijeron que matan sólo a una parte del pueblo vasco, precisamente, a la que se opone a las mismas aspiraciones de esa dirigente nacionalista.

¡Por favor, no manipuléis su muerte! No tenéis derecho quienes sois incapaces de comprender que quienes nos matan lo hacen por vuestros mismos ideales. No queremos vuestras condolencias, que sabemos sinceras, si a vuestro rechazo de los medios unís vuestra coincidencia en los fines. Ya no valen vuestras condenas si van acompañadas de «apoyo moral» a Batasuna y de apoyo real a su alcalde en Andoain.

Dice Ibarretxe que su plan para la convivencia es también un plan para la paz. En nombre de Joseba, os pedimos que no nos sigáis salvando. No lo hagáis con esa paz. Que ni es paz, ni es justicia. Porque nos siguen matando mientras os empeñáis en tenderles la mano y pagar el precio que acompaña a su violencia. En nombre de tantas víctimas y en el de Joseba, la última, os pedimos que no les déis la razón. Y tu plan, lehendakari, se la da. Acepta su explicación histórica del conflicto y plantea la misma solución, desde la unidad nacionalista, proponiendo a los no nacionalistas que aceptemos ese destino para que no nos maten. Luego, sí, ya lo sabemos, ETA dice no y sigue matando, porque no quiere permitir que gestionéis su historia. Pero nos matan a nosotros, a los que rechazan vuestro plan. A los que reclaman libertad, a los que recuerdan a las víctimas, a los que reivindican la pluralidad vasca. A los autonomistas, a los constitucionalistas. A todos los que representan la infinita superioridad moral de una causa justa cruelmente reprimida por el fascismo vasco, por un nacionalismo etnicista brutal.

En nombre de Joseba Pagazaurtundua, de Fernando Buesa y de tantos otros, ¡por favor, no nos apliquéis esa convivencia! ¡No nos salvéis con ese plan!.

El Correo, 10/2/2003.